miércoles, 3 de septiembre de 2025

"Tía, es alergia al compromiso"

Good morning Puntillers del mundo.
 
¿A que no os esperabais una entrada hoy?
 
Pues: ¡¡SORPRESA SORPRESA!!
 
Hoy necesito desahogarme una poquita, asínque permitidme que os hable de una enfermedad malísima viva que avanza sin freno en nuestra sociedad.
 
No es el estrés, no es el crossfit, no es la falta de desodorante y/o de lavar la ropa cuando te la quitas, ni la adicción al móvil (que también), sino una patología mucho más sutil y corrosiva: la alergia al compromiso.
 
Y no hablo de comprometerse con una pareja (yo llevo soltera y pasando la mano por la pared desde el año 2017), estoy refiriéndome a ese tipo de responsabilidades que aceptamos libremanta y que, de enderepente, las vivimos con el entusiasmo de quien firma una hipoteca de 60 años y con un interés del 35%.

oso enfadoso
 
 
Observad a vuestro alrededor. Es un fenómeno es global (como el silencio de algunas "gentes" ante lo que está sucediendo en G A Z A).
 
¿Quién no tiene esa amiga que promete animarte tras una ruptura y, llegado el día, tiene una "emergencia familiar" que huele a serie de Netflix? O ese compañero de trabajo que se ofrece voluntariamanta para organizar un tardeo de tapas y cervezas y, de enderepente, se vuelve un fantasma en el chat de la empresa. La lista es interminable: el que se apunta a un curso y deja de asistir a la tercera semana, la que se compromete a hacer dieta un lunes (yo) y el martes ya está hincándole el diente a un donut (yo otra vez) con la excusa de que "uno es de los que se rinden, pero lo hace con estilo".

Es un arte. El arte de la desvinculación elegante. De la desaparición gradual. De la excusa construida con la precisión de un reloj suizo. Hemos perfeccionado el “ya te confirmo”, el “qué pena, me ha surgido algo” y el “avísame si hay que hacer algo, pero no me cuentes los detalles, que me estreso”.

Y lo más curioso es deque, en la mayoría de los casos, la falta de compromiso no viene de una mala intención. Viene de un exceso de buenas intenciones. Un optimismo desmedido que nos hace creer que podemos con todo. Que sí, que yo me encargo del pastel. Que sí, que yo recojo a les niñes. Que sí, que mañana me levanto a las seis a correr. Y luego, la realidad, esa villana tan poco empática, nos pone en nuestro sitio.

Nos hemos convertido en una sucesión de "casi-hicimos". Casi hicimos ejercicio, casi acabamos ese libro, casi cumplimos con ese plazo. Vivimos en la ilusión del "podría haber sido", protegidos por una coraza de "pero-si-lo-intenté". El esfuerzo es tan aplaudido como el resultado, y la falta de constancia se justifica con una especie de fatalismo existencial. "Es que soy así", decimos, encogiéndonos de hombros, como si la falta de compromiso fuera un rasgo de personalidad adorable y no una incapacidad para asumir las consecuencias de nuestras propias decisiones. Y si sumamos la precariedad laboral, los horarios de kk, desplazamientos al trabajo de mas de una hora, todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor, ..., es para darse a la bebida (pero bien intensamente, como si fuésemos una artista retirada que fue a Eurovisión y ganó hace muchos tiempos).

Así que, la próxima vez que os encontréis en una situación similar, cuando alguien te pida un favor y te sientas tentade a aceptar con la ligereza de un pedo mañanero, detente. Respira. Y recuerda que el compromiso es como un músculo: si no lo usas, se atrofia. Y aunque a corto plazo te libre de una cena de empresa o de un día de mudanza, a la larga, te encontrarás a solas con tus buenas intenciones y un historial de tareas inconclusas. Al final, la que no se compromete con nada, es la que más se traiciona a sí misma.

Y hablando de traiciones y demás circos, si la falta de compromiso era la enfermedad, el Ghosting es la complicación grave.
 
GHOSTING


La manifestación más cruel de esa alergia. Es un arte milenario, perfeccionado en la era digital y que consiste en esfumarse de la vida de alguien sin dejar rastro, ni un "estoy ocupado", ni un "no eres tú, soy yo". Simplemente, el silencio. El vacío. La nada.

Imaginad la escena: avís estado charlando con alguien durante días, quizá semanas. Los mensajes fluyen, las risas virtuales se multiplican, los planes futuros se cocinan a fuego lento tu mirada. Y de repente, de un día para otro, el silencio más sepulcral. La nada, el vacío (como la mente del electorado de voxmitando). El último mensaje que enviaste se queda con el doble check azul, la respuesta no llega, y la foto de perfil parece mirarte con un juicio mudo. Tu interlocutore se ha convertido en un fantasma, una figura etérea que ha decidido que, en lugar de enfrentarse a una conversación incómoda, es mejor salir de la vida como si hubiera un teletransportador de emergencia.

El ghosting es la máxima expresión de la cobardía moderna. Es el equivalente relacional a apagar el móvil y meterlo en el congelador cuando te llama tu suegra. Es la solución fácil para los problemas difíciles. ¿Que te aburres? Ghosting. ¿Que ya no te interesa? Ghosting. ¿Que tienes miedo a herir los sentimientos de alguien? Ghosting.
 
Y a la persona ghosteada, ¿qué la queda? Un océano de dudas. Un cerebro que no para de repasar cada mensaje, cada palabra, cada emoticono. "¿Dije algo mal? ¿Se ofendió? ¿Se lo ha tragado la tierra?". El ghosting te condena a un purgatorio psicológico donde la otra persona sigue existiendo, pero en una dimensión paralela a la que tú no tienes acceso. Es la forma más pasivo-agresiva de decir: "Ya no me sirves, así que, adiós".

Asínque, si alguna vez te sientes tentade a desaparecer, recuerda el karma las reglas de la buena educación. Una conversación honesta, aunque duela, siempre será mejor que el arte de la invisibilidad. El único ghosting aceptable es el de los fantasmas de verdad. El resto, tiene un nombre: inmadurez.

¿Y ti, Puntiller mía, te han hecho ghosting alguna vez?
 
Cuéntamelo en los comentarios del blog (que están más parados que mi metabolismo de casi casi cincuentona viva).

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