martes, 12 de octubre de 2021

El niño

 Hola hola!

¿Cómo están mis Puntillers? Espero que muy muy bien. Yo ando, últimamente, lleno de agujetas. Por fin he reunido las fuerzas para acudir de nuevo al gimnasio. No solo para obtener todos los beneficios del deporte (No mi amor! Qué va! Quítatelo de la cabeza), también para quitarme todos los kilos que he cogido con la medicación psiquiátrica. 

Hija mía de mi vida! Me he puesto que tengo campo gravitatorio propio. Qué me tiras un objeto y se pone a orbitar a mi alrededor! 

Es uno de los efectos secundarios de la medicación. El cuerpo te cambia sin que puedas hacer nada al respecto, excepto aceptarlo y centrarte en el bien que te están haciendo las pastillas en la azotea. 

Ahora que ya me encuentro mucho mejor, ya puedo ser un poco más dueño de la situación e intentar recuperar la talla que tenía antes de sufrir mi depresión. Al final no deja de ser una GRAN PAUSA, en la que todo se paraliza hasta que recuperas el ritmo de nuevo.

La sociedad en general condena el sobrepeso, pero tenerlo y pertenecer al colectivo gay hace la vida muy muy complicada. Pasas a ser completamente invisible y cero atractivo para nadie. Si tienes suerte y eres simpática y ocurrente, encontrarás tu lugar en la casilla de la amiga divertida y que no puede faltar a una reunión. Pero nadie te tocará a no ser que sea para apartarte y poder alcanzar su cubata. 

Así que estoy embarcado en ese proceloso viaje de doblegar la voluntad de mi cuerpo por 159 euros al año (que es lo que me ha costado el gimnasio). Deseadme suerte!

La vida de la influencer es muy sacrificada.


Ser gay y gordo


Hablando de todo un poco, recordáis ese post en el que os hablé de mi colaboración con una conocida falla valenciana? Que había escrito un texto sobre cómo reestablecí el contacto con mi niño interior, para salvar a mi yo adulto. Y que ese texto estaba disponible, pero solo en valenciano (mi segunda lengua). Pues hoy os lo traigo en su formato original, en castellano. Para que todas y todos podáis leerlo sin problemas. 

De todas formas os dejo el enlace al post original, por si queréis echarle un vistazo. 

Pincha AQUÍ.

Espero que El niño, así se titula el texto, os guste muchísimo. Es uno de mis textos en los que más vulnerable me muestro, sin filtros, sin guardarme nada. 

"El niño.

Nadie me avisó, ni mis padres, ni en las clases, nadie.

Tal vez la niñez se abandona cuando pasas a la adolescencia y de ese horrible tiempo, pasas a la edad adulta, pero el niño, tu niño interior, nuuuuunca desaparece.

Sus experiencias, vivencias, descubrimientos, traumas y toda la confusión siguen ahí, tal vez no en primer plano, pero ahí están. Y no es que sea algo decorativo o de pertenecer al paisaje, no. Están tomando el mando de todas y cada una de las acciones que llevas a cabo como adulto.

El niño aprendió a que si hacía lo que se le decía, obtenía el beneplácito de los adultos que lo rodeaban, aunque fuera falseando/reprimiendo lo que le apetecía hacer en realidad. Sabía de prostitución sin conocer el término.

Ese niño era yo. Aprendí desde muy joven que había que hacer lo que me decían y lo que de mí se esperaba. De lo contrario estaba jodido.

Siempre me gustaron las muñecas. En especial la muñeca Barbie. Adoraba su sonrisa,  su cabello inmensamente platinado y sus vestidos de color rosa. Pero había un tremendo problema: cada vez que manifestaba mis gustos en juguetes notaba como los adultos empezaban a comportarse de manera extraña, hablando en voz baja con las caras descompuestas.

Nunca tuve una Barbie por Reyes o en mi cumpleaños. Sólo podía disfrutarlas en las tiendas de juguetes cuando las veía dentro de sus cajas, perfectas y radiantes.

Pero como decía aquel en Parque Jurásico: "la vida se abre camino".

Comencé a construir mis propias muñecas con lana. Mi abuela, un ser desprovisto de empatía, era aficionada a tejer prendas con ella. Así que yo utilizaba sus ovillos para convertir las hebras en muñecas.

Sabía que estaba yendo en contra de lo que parecían marcar los adultos y las escondía en sitios en los que pensaba que jamás las encontraría nadie. Pero sieeeempre las encontraban y las hacían desaparecer. Desaparecían sin más. Sin mediar palabra. Aún recuerdo la pena que me daba cada vez que acudía al “escondite" y no había rastro de mi muñeca de lana.

El niño lo volvía a intentar. Fabricaba su muñeca de lana y jugaba en solitario para después esconderla y confiar en que volvería a poder disfrutarla en otro momento. Pero no. Nunca había otro momento. La muñeca de lana había vuelto a desaparecer. Sin mediar palabra.

“Pues ya no habrá más muñecas’ pensó el niño. Debe ser terrible que tenga esta afición si mis muñecas de lana desaparecen sin que nadie diga nada". Este pensamiento pasó a ser parte de mí, en la zona oscura de la mente y siempre he considerado, mi gusto por las muñecas, como algo sucio y pervertido. Un problema comparable a ser drogadicto o alcohólico.

 

Pero caigo enfermo de depresión (lector, no te preocupes que hay final feliz. Telita con el texto...) y manifiesto niveles de ansiedad que no soy capaz de manejar. Acudo a terapia psiquiátrica para la medicación y psicológica para el autoconocimiento y entre muchísimas otras cosas, vuelve mi amor por las muñecas, con una fuerza que jamás había sentido.

¿Qué hago ahora? ¿Lo escucho y lo atiendo? ¿Lo agarro fuerte y lo “entierro" de nuevo y que vuelva a ese lugar en el que nadie lo puede ver?

 

Mi psicóloga me ayuda sabiamente y me recomienda atender a mi cuerpo. A qué estoy sintiendo. Siento que quiero tener una Barbie. Ahora soy adulto y puedo pagarla, tenerla, tocarla y admirarla, incluso puedo cepillarle el cabello. Nadie hará desaparecer mi muñeca.

Es en ese momento cuando decido escuchar al Niño. El niño interior que ha estado siempre ahí. Sentado en un lado, esperando que llegara su momento. Sólo quería su muñeca, la que nunca tuvo. Y ahora es mi obligación que sacie esa necesidad. No es un capricho, no es malcriarlo, es atender un deseo que jamás fue resuelto.

Durante todos estos meses de terapia, depresión y Covid-19 (todo a la vez porque a mí me va lo barroco, recargadito), no todo ha sido malo. Dirigir mi atención a El Niño y atender a ese deseo que duraba casi 40 años (de paso me quito unos cuantos), ha sido uno de los momentos más satisfactorios de toda mi vida.

Ya no pienso en las muñecas como si fueran algo monstruoso y sucio. Ahora las siento como algo lleno de hermosura y que me hace sentir seguro, tranquilo, confiado y en paz conmigo mismo. El Niño ya tiene sus muñecas y puede mirarlas, fotografiarlas y compartirlas en las RRSS, en las que ha encontrado una gigantesca comunidad de coleccionistas, de personas como él, que admiran y disfrutan de la belleza de una muñeca.

Andar es sano, beber dos litros de agua al día es sano, el brócoli es sano, leer es sano, … atender a nuestro niño o a nuestra niña interior no solo es sano, te permite saber quién eres, te permite cuidarte y curarte, permite el bienestar y siempre siempre, te ayudará a ser mejor adulto.

Ese ha sido mi aprendizaje en pandemia, la importancia tremenda de escuchar y cuidar al Niño. A mí."

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Colabora conmigo para mejorar el blog escribiendo tus opiniones. Gracias! 😊

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...