Hola Puntillers, muy buenos días.
Hoy no puedo dejar de hablar de esto:
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El turismo afecta la vida de todas.
Quizás, para mí, una de las señales más claras, de cómo nos está afectando, es la gente que se ve ahora por las calles, andando o en bicicleta. Todas las arterías principales de la ciudad y también los barrios, han sufrido una “substitución de personas”.
Es mucho más común ver gente con maletas o vestida de verano en invierno, por ejemplo.
Gente que está de paso pero que no vive, siente o experimenta la ciudad y sus barrios como aquellas personas que hemos crecido y vivido aquí siempre.
La ciudad es menos asequible y no solo a nivel económico.
El “mercado” (odio esta palabra asociada a un derecho fundamental con el que no se debería jugar) de la vivienda nos ha dado la espalda a todas, indiferentemente de nuestra edad o generación. O heredas casa de tus madres y abuelas o te comes los mocos.
Somos muchas las personas que nos estamos encontrando viviendas imposibles de alquilar y, mucho menos, de comprar. Hoy en día, si quieres independizarte, estás condenada a irte de tu ciudad, dejando atrás redes de seguridad, familiares y/o de amistades, … buscando precios más asequibles o a compartir piso con varias personas. Lo que tampoco te hace dueña de una vivienda, eres la habitante de un espacio compartido y que nunca será tuyo del todo.
La afluencia de turistas no solo atiborra y cambia las calles de la ciudad, también modifica el ambiente o la cultura de los espacios queer locales (bares, cafés, puntos de encuentro, discotecas, pubs, ... Ningún espacio está a salvo).
Se ha repetido el mismo fenómeno que con los barrios. Ha habido una sustitución de personas. El ambiente queer ha dejado de ser autóctono, especial y único, para convertirse en algo sintético, globalizado y sin personalidad propia, pero apto para estar en un parque de atracciones. Lo que también ha provocado el desplazamiento y la búsqueda de nuevos espacios, cada vez más difíciles de encontrar.
Es imposible que el turismo entienda la identidad queer de la ciudad.
Empezando por este hecho concreto: cuando tu ciudad/localidad/pueblo se convierte en punto de masificación turística, dejas de ser una persona para convertirte en parte del decorado, eres atrezo. Formas parte del paisaje, eres un componente más del “paquete de divertimento” que paga el turismo, cuando decide hacer "ese" viaje. Lo que deshumaniza a las personas que vivimos aquí y que nos hemos criado en estos barrios.
Y otro de los problemas es que este turismo no interactúa con la gente de aquí. No hay interés por conocer, por compartir y/o por empaparse del significado de lo que están viviendo desde su privilegio de visitantes.
Es el síndrome (que no sé si existe) del Visitante del zoo.
No creo que sean conscientes, pero están experimentando la ciudad de manera artificial, empaquetada y edulcorada. Alejada de la realidad.
Lo estamos viendo más claramente en días señalados para la ciudad y también lo vimos tras las inundaciones de la Dana.
El turismo siguió tomando cañas y tapas, subiendo al bus turístico y recorriendo la ciudad como si nada hubiese pasado. Para el turismo no hay ni víctimas, ni barro, ni tragedia. Solo había vacaciones y raciones de mediocre ensaladilla rusa.
Hay que tener en cuenta que toda la ciudad de Valencia, por ejemplo, se ha visto afectada por la masificación del turismo.
Los espacios queer también han recibido el demoledor impacto de la gentrificación y de la sustitución de las personas por "personas turistas"; que desde su privilegio de ser solo visitantes no son conscientes de lo que ha costado ir conquistando espacios que ayuden a visibilizar las realidades del colectivo LGTBIQ+ y en los que sentirnos seguras.
Otra de las consecuencias es el encarecimiento de, por ejemplo, los precios en aquellos locales vinculados al ocio. Ahora hay que planificar el ocio con tus amigas, pero teniendo en cuenta los precios de las entradas, consumiciones, cenas, ...todo junto propicia esa sustitución de la que estoy hablando todo el rato. La que más puede pagar es la que más espacios ocupa.
Y no hay que olvidar el cambio que hemos visto en los que eran los negocios locales de nuestros barrios.
Los pequeños negocios han sido substituidos por tiendas que pueden estar localizados en la ciudad de Valencia o en el centro de Michigan (hasta alebrijes mexicanos he visto en las tiendas de recuerdos de mi ciudad, alebrijes mexicanos. ¿Qué?). Carecen de identidad y de conexión con nuestra realidad. Son negocios que no ayudan a tejer redes sociales, a fortalecer la vida en los barrios. Hacen justo todo lo contrario, debilitan e incluso destruyen esas redes, difuminando la personalidad de la ciudad.
En este contexto es imposible que la representación de lo queer sea auténtica. Las personas que se lucran con la masificación turística y el colapso de nuestras ciudades, ni tan siquiera forma parte de lo queer o son un porcentaje mínimo y atravesadísimo de sesgos. Son personas desconectadas de la realidad cotidiana y que viven con la cabeza en su ombligo.
Cuando conviertes la realidad queer en parte del “paisaje turístico”, como ya he comentado antes, se deshumaniza a las personas, por lo que sus vivencias ya nos son escuchadas ni atendidas. Quedan eclipsadas por el precio de una cerveza junto a un plato de bravas.
¡Qué triste!
Y tampoco podemos olvidar otro de los problemas asociados al turismo, la primera repercusión, la masificación.
Las calles se colapsan de personas y algo tan sencillo como pasear, se convierte en una actividad torpe, extraña y difícil de disfrutar.
No hay remansos de silencio en los que refugiarte en tu propia ciudad, porque están llenos de turistas. Están de paso y no van a ser capaces de entender qué es lo que convirtió a ese lugar en concreto en un remanso de paz dentro de la ciudad.
Y como guinda del pastel, los precios de la vivienda. Legislar sobre este tema ha pasado de ser necesario a ser urgentemente e imprescindible.
Las personas, que hacemos humanas las ciudades, nos vemos en la obligación de irnos o de amontonarnos. Y sin nosotras no hay ciudad, no hay barrio, no hay calle; solo hay parque de atracciones.
Los precios no pueden seguir subiendo hasta el infinito, solo porque unas pocas personas, quieran convertirnos en destino turístico y que esto condicione la vida a corto, medio y largo plazo.
La situación es insostenible y se complica muchísimo teniendo en cuenta quién está ahora en el gobierno valenciano. ¿Hace falta que os dé más detalles?
Estoy cansada de no reconocer a mi ciudad y la necesito de vuelta.
Espero que esto también pase, como en mi relato favorito.
"esto también pasará."
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